Poesía: Cuando surge la Música del Alma

La verdadera práctica poética es siempre filosófica. Tiene su fuente de inspiración en la búsqueda del misterio de nuestra propia alma, motivada por la búsqueda del yo interior y de su significado. Este es el espíritu guía del escritor motivado por la belleza que busca acercarse al lado desconocido de las cosas.

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Celine Bouchard

La poesía es más natural de lo que hoy en día pensamos. Las modas literarias, muchas veces, la han reducido a formas y figuras de estilo que le han dado fama de ser difícil de acceder. Pero nada podría estar más alejado de la verdad. Si nos retrotraemos a su significado original, descubrimos en la poesía toda la profundidad de nuestra humanidad, que los poetas nos han hecho escuchar con palabras del alma. 

 

En Grecia, poiêsis significa creación, o sea, imaginar, capturar una imagen que revela lo que es esencial. Cada poema es, en una pequeña escala, una recreación del mundo, tal como lo dice Julia Cameron en su libro El Camino del Artista*.

 

Platón relacionaba el estado poético con el entusiasmo, con la inspiración divina, mientras que, para los filósofos de la India, la poesía, en su más elevada expresión, reflejaba la contemplación de la Sabiduría.

 

Por consiguiente, como todo arte genuino, la poesía nos da acceso a realidades metafísicas. Fue utilizada en los grandes textos sagrados como puerta al mundo espiritual que de otra forma sería inaccesible.

 

Poesía es mucho más que una forma o una técnica literaria específica. Puede ser entendida como la aptitud fundamentalmente humana para comprender lo que se llama la poesía de la vida. Pero ¿qué es la poesía de la vida?, ¿es la aventura de la vida en sí misma?, ¿su infinita re-creación que nunca deja de asombrarnos?, ¿su misterio?, ¿su belleza?

Introducción a la práctica de la poesía

La verdadera práctica poética es siempre filosófica. Tiene su fuente de inspiración en la búsqueda del misterio de nuestra propia alma, motivada por la búsqueda del yo interior y de su significado. Este es el espíritu guía del escritor motivado por la belleza que busca acercarse al lado desconocido de las cosas.

Antes de ser escrita en palabras, la poesía es vida. Se requiere el encuentro consigo mismos para hacer eco con lo que nos mueve y con el aspecto interior de las cosas. 

El primer ejercicio sería el de establecer este vínculo con el alma y no intentar escribir un poema con un formato específico en mente. De este contacto íntimo y de la habilidad de contemplar, casi naturalmente, podrá surgir el poema o el estado poético.

El arte es más bello, más efectivo, cuando la forma es subordinada a la vida…” (Sri Ram, El Interés Humano).

Cuando el corazón se conmueve, todos nos convertimos en poetas. Las palabras del alma encuentran su camino en nosotros, su orden y su equilibrio. La poesía entonces hace resonar en nosotros un mundo que se nos  revela. Este viaje nos lleva a la naturaleza íntima de las cosas, movido por un deseo interno de encontrar aquello que tal vez hasta ese momento no podíamos percibir.

La poesía nos permite avanzar en el descubrimiento del misterio de nuestra propia identidad y en el misterio del mundo que nos rodea. Esto implica abandonar el mundo conocido, e invitados por las musas, abrirnos camino hacia el mundo interior.

En la práctica, nuestros pasos alados en el ascendente sendero de nuestra humanidad, nos acercan al corazón de las cosas y nos reconecta con la dimensión sagrada de la Vida.

El arte es más bello, más efectivo, cuando la forma es subordinada a la vida

La música del alma

“Poesía es la música que cada ser humano lleva en su interior.” William Shakespeare

La música del alma guía la práctica poética. El poeta se aventura en ello, está atento, busca escuchar las palabras que, a través de los silencios y los sonidos, expresan un estado del ser, una resonancia que le permiten acceder a la naturaleza íntima de las cosas. De esta manera, el poema puede imbuir la realidad con otra voz, la del silencioso hablante en nosotros. Es la canción interior, una música sutil del alma, que solo puede ser expresada a través de un lenguaje poético

“Sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos.” Antoine de Saint-Exupéry, El Principito.

También es importante evocar el aspecto mágico de la palabra escrita en su materialidad. La escritura, compuesta por una serie de signos, glifos, y dibujos de letras, permite al lector, a través de sus ojos, escuchar y ver un universo vivo de imágenes y sonidos. Esta es una experiencia extraordinaria. Recordar este hecho en nuestra conciencia nos da un sentido de la misteriosa y sagrada dimensión de la escritura. Una cierta magia sucede a través de las letras que forman las palabras, surgiendo melodías que son compartidas. En la intimidad de un texto, el lector se invita a sí mismo a una realidad de música e imágenes que encuentran un eco en él gracias al misterio de la palabra escrita.

La Poesía y la sacralización de la materia

La realidad espiritual en la que se aventura el poeta requiere de un encuentro con la materia. Necesita una tierra, una sustancia para que el trabajo se manifieste en él. Cuando la vida se antepone a la forma, sublima la materia para que surja el significado.

“Solo el espíritu, si sopla sobre la arcilla, puede crear al hombre.” Saint Exupéry, Viento, Arena y Estrellas.

En el proceso de la creación, el poeta es llamado a un verdadero viaje alquímico de su propia personalidad, involucrándose en un proceso de purificación que le permite acceder a otros niveles de percepción. La personalidad del poeta tendrá que desvanecerse lo suficiente y convertirse en terreno receptivo para que tome forma la obra que busca. Tocado por el espíritu, las palabras pueden convertirse en corrientes capaces de llevar algo esencial para ser captado. Cuando la personalidad se desvanece, como cuando cae un velo externo, se revela otro mundo. El sendero de la poesía lleva al corazón de las cosas, de palabras llenas de eternidad desde donde irradia la fuente ¿No decimos que habla por sí mismo?

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La Poesía según la poética de la Tierra, el Agua, el Aire y el Fuego

La Poesía, el despertar de la sensibilidad y la profundidad de los sentimientos

 

Cultivando los sentidos se puede llegar a la experiencia de una percepción interior en resonancia con la naturaleza interna de las cosas, haciendo visible lo invisible. Es una invitación para ser videntes, como diría Arthur Rimbaud, para desarrollar la atención al mundo que les rodea de tal forma que se lo pueda percibir con mayor profundidad. 

 

La belleza que se expresa en el lenguaje poético genera un sentimiento de paz. Revive el valor y la confianza para seguir su búsqueda interior, así como Orfeo domina las fuerzas salvajes de la naturaleza con su lira cuando desciende al Hades para liberar a Eurídice.

 

Las pruebas de la vida y el sufrimiento humano también pueden asumir el color y la luz del alma para expresar belleza a través de la evocación de la partida de un querido amigo, una enfermedad o las miserias de la existencia. La poesía, a veces, puede expresar una canción trágica para el que lo escribe, así como para aquellos que lo escuchan y se unen en la belleza de la solemnidad de la canción y su profunda realidad humana. Pueden explorarse todas las experiencias humanas. El poema puede expresar profundos sentimientos de amor que nos impulsan, o la tensión mística o heroica que nos inspira en la búsqueda interna. Es el guardián de la memoria de las experiencias de nuestra humanidad.

 

El poema no solo le habla a quien lo escribe, sino también a aquellos que lo leen, permitiéndoles reconocer las experiencias que nos caracterizan a todos e inspirándonos a reconocernos en ellas, a escucharnos y entendernos. El poema refleja aquello que vive en nosotros. Se revelan realidades insospechadas, a veces tesoros enterrados, que despiertan los recuerdos del alma.

 

En este sentido, la poesía armoniza las diferentes experiencias de la existencia que pueden convertirse en faros en nuestro sendero. Cualquier experiencia traducida a poesía puede volverse hermosa.

Poesía es la música que cada ser humano lleva en su interior.

El viaje interno del poema

 

El poema refleja algo sobre nosotros mismos que no habíamos percibido antes. Nos lleva a horizontes inexplorados, activa una sensibilidad que pertenece al ser. En el poema, todas las cosas se vuelven iluminadas por la propia naturaleza del arte poético.

Compartir la experiencia poética es una ceremonia, una experiencia de comunión. Lleva el poder de la trascendencia que puede ser experimentada colectivamente. Al final de la experiencia, los participantes no son los mismos, encuentran algo de la realidad interior, se ha abierto un surco en el que tal vez, han caído algunas semillas doradas. Se ha dado vida a la intuición de algo más en uno mismo y en el universo.

En el arte de la escritura, la atención se centra en la búsqueda del ritmo, en el descubrimiento de la métrica de los versos para que el significado se revele con exactitud. El lenguaje, ennoblecido por la poesía, revela el Ser. Todos los sentidos del poeta se ponen en alerta en el intento de captar este contacto con su realidad interna como un fenómeno perceptible. Lo inteligible se manifiesta con sensibilidad y afinidad. El pájaro, la brisa en las hojas del árbol, una imagen que se vuelve visible a través de las palabras, nos transportan por un universo y dejan su huella espiritual en la materia.

“¡Ha sido encontrada nuevamente! 

¿Qué? La Eternidad. 

Es el mar aliado con el sol.”  Arthur Rimbaud

La captación de la realidad percibida por el poeta nos transporta a una experiencia mística. A través de la contemplación, nos conduce al interior de las cosas y nos abre a otros niveles de realidades.

La Poesía como una vía de humanización

Una humanidad sin fe, sin amor, sin poesía, sin comprensión, sin fraternidad, no es una verdadera humanidad.” Reflexiones de un filósofo, Jorge A. Livraga Rizzi

La práctica de la escritura de la poesía nos transforma y abre un sendero a lo bello en nosotros, dándonos acceso a otras realidades e intuiciones; tal vez, a sentimientos puros caídos en el olvido, o a hermosos pensamientos, a veces enterrados bajo el peso de los hábitos o de la rutina diaria. Con poesía, la vida reclama su tiempo. La búsqueda del sentido recupera su nobleza, la belleza encuentra un espacio de expresión y celebración.

Vivir la experiencia poética protege nuestra humanidad. La habilidad de descubrir la belleza de la vida, el resplandor del amor en todo conserva la elegancia natural del ser humano. Nos volvemos buenos en contacto con la belleza. Percibir la armonía a nuestro alrededor nos preserva de los excesos humanos cultivando los sentimientos estéticos y la intuición. La intuición estética puede llevarnos a una intuición ética, ayudándonos a guiar nuestras elecciones en el mundo para vivir con humanidad. “La belleza salvará al mundo”, dice Dostoievski.

Una humanidad sin fe, sin amor, sin poesía, sin comprensión, sin fraternidad, no es una verdadera humanidad.

CELINE BOUCHARD

Profesora Universitaria de poesía y literatura

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