Parque Güell: Un viaje al mundo mágico de Antoni Gaudí y su Arquitectura Sagrada

Ingresar al Parque Güell de Barcelona es ingresar al mundo mágico de Antoni Gaudí. Se trató de un encargo realizado por su mecenas Eusebi Güell para la urbanización de una zona en las entonces, afueras de la ciudad, a fin de alojar a una clase alta que aspirara a una vida más natural, lejos del bullicio de la urbe. Sin embargo el emprendimiento inmobiliario fue un fracaso vendiéndose solamente dos parcelas de las más de 60 que tenía todo el complejo. No obstante constituye un testimonio vivo de Arquitectura Sagrada cuyo simbolismo nos asombra cuando ingresamos por sus espacios, senderos y galerías.

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Hugo Ferreira Quirós

Ingresar al Parque Güell de Barcelona es ingresar al mundo mágico de Antoni Gaudí. Se trató de un encargo realizado por su mecenas Eusebi Güell para la urbanización de una zona en las entonces, afueras de la ciudad, a fin de alojar a una clase alta que aspirara a una vida más natural, lejos del bullicio de la urbe. Sin embargo el emprendimiento inmobiliario fue un fracaso vendiéndose solamente dos parcelas de las más de 60 que tenía todo el complejo. No obstante constituye un testimonio vivo de Arquitectura Sagrada cuyo simbolismo nos asombra cuando ingresamos por sus espacios, senderos y galerías.

Flanquean el acceso dos pabellones que nos hacen rememorar el cuento de Hansel y Gretel.  Tanto para el muro perimetral como para estos pabellones, se utilizó piedra del lugar, maximizando el uso de los recursos disponibles. En estos pabellones predomina la curva cuyas cubiertas están conformadas por cúpulas revestidas por Trencadís (trozos irregulares de cerámicas de colores) que rematan en formalizaciones inspiradas en la Naturaleza que nos recuerdan a hongos o setas. Uno de los pabellones tiene una cruz paté y el otro tiene una torre que remata en extraña cruz tridimensional. Esta cruz es característica de la obra gaudiniana y simboliza a las seis direcciones del espacio que son, arriba-abajo, izquierda-derecha, y adelante-atrás.

Vista de los pabellones que flanquean el acceso al parque. El de la izquierda tiene una cruz paté y el de la derecha una cruz tridimensional.

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Al flanquear la verja de hojas de palma metálica nos encontramos con una escalinata monumental que asciende hacia el corazón del parque. Tras una cabeza de reptil que nace de un emblema catalán podemos contemplar la implementación de elementos simbólicos de tradición alquímica.

Enmarcado por la sala hipóstila se presenta el atanor alquimista con la piedra bruta en su interior y a sus pies la Salamandra.

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Un inconfundible atanor u horno alquímico preside la escalinata, conteniendo en su interior una piedra bruta, materia prima con la cual comenzará el adepto su trabajo alquímico, partiendo de materia baja para ayudar a la Naturaleza y transmutarla en materia preciosa. De sus experimentos y trabajos en la materia devendrá el trabajo con los cuatro elementos, simbolizada en este caso en una colorida Salamandra, ser elemental que representa al elemento Fuego y que en este caso, desde el punto de vista funcional, es fuente que actúa como aliviadero de un depósito de agua. Como ocurre en nuestro país con personajes como Piria o Pitamiglio, estas representaciones han dado motivos para considerar a Gaudí como alquimista, cuestión que se enmarca más en la canalización de símbolos atemporales del inconsciente colectivo de la Humanidad, que en pruebas contundentes de sus filiaciones herméticas. 

Detrás de estos símbolos alquímicos podemos acceder a una sala hipóstilla (sala con columnas) que rememora a un templo dórico griego aunque de conformación modernista catalana. Las robustas columnas sostienen una plaza seca delimitada por un banco serpentino de vivos colores, que en realidad es un gran depósito de agua de lluvia que se filtra a través de la grava presente en el suelo de la plaza superior y que constituye un gran aprovechamiento de este recurso natural. Sobre las columnas existe un cielorraso de pequeñas cúpulas con medallones en Trencadís realizados por un colaborador cercano a Gaudí, el arquitecto Josep María Jujol. Toda la ejecución del parque encierra un secreto, la huella de una corporación a la manera de hermandad de constructores artesanales medievales, sin la cual Gaudí no podría haber plasmado su exuberante creatividad.

Unas esferas a la vera del camino nos hacen recordar las cuentas de un rosario. El exquisito juego de galerías y logias combinan un inteligente manejo geométrico de catenarias, arcos funiculares y columnas inclinadas que van singularizando cada sector del parque. Elementos

helicoidales como una especie de columnas salomónicas primitivas enriquecen a las galerías. Otro símbolo presente es el árbol de la vida eterna expresado en piedra pero con un coronamiento de naturaleza real.

Ornamentación del parque con la inclusión de un símbolo pétreo de la vida eterna: el Árbol de la Vida.

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No tenemos certeza de si el rédito económico fue el propósito principal de este espacio urbano. Lo cierto es que tanto Güell como Gaudí tenían ideas claras de legar a la posteridad un espacio singular connotando el concepto primitivo de “templo”, que viene del latín “templum” y que significa un claro en el bosque, un lugar para encontrarse con el creador y con el orden de la Naturaleza, un medio para el Religare.

El Parque Güell constituye una visita obligada en Barcelona y es una auténtica obra de Arte Sagrado.

HUGO FERREIRA QUIRÓS

Arquitecto

Colaborador activo del Instituto Internacional de Arquitectura y Artes Plásticas Fidias.

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