La inteligencia artificial y su impacto ético en la sociedad

Con el ingente desarrollo de la inteligencia artificial surge la inevitable pregunta ¿si las máquinas podrán superar en pensamiento a los seres humanos? 

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Juan Manuel de Faramiñán Gilbert

Es evidente que la respuesta debe estructurarse no solo en un nivel técnico sino, también, en un nivel ético. Este dilema ya fue planteado por Alain Turing en un artículo publicado en 1950, “Computing Machinery and Intelligence” (Mind, vol. 59, nº 236, pp. 433-460) y nos plantea un cambio radical de paradigma vital en el que los algoritmos y la inteligencia artificial irán cubriendo espacios en las actividades cotidianas de la sociedad. A tal punto esto es así que el sistema iFly Tek, creado por una empresa china, ha desarrollado un sistema basado en la inteligencia artificial creando un software de reconocimiento de voz a nivel digital que realiza la traducción simultánea de un idioma que el hablante desconoce y en el cual se imita su tono de voz y entonación como si el mismo tuviese la capacidad de hablar en chino mandarín. No deja de ser curioso, desde un punto de vista jurídico, que en octubre de 2019 la empresa fue sancionada en Estados Unidos por usar, presuntamente, tecnología de vigilancia y abuso de derechos humanos en Xinjang, en el que se la acusaba de utilizar la inteligencia artificial con fines ilegales dentro de una pantalla legal. 

 

La cuarta revolución industrial y la inteligencia artificial

 

No debe pasarnos desapercibido que nos encontramos ante la cuarta revolución industrial, generada la primera por la máquina a vapor, la segunda por el acceso a la electricidad, la tercera, más reciente, por la informática y la cuarta, actual, por la inteligencia artificial. Tengamos en cuenta que podemos hacer que un ordenador integre un programa que le permita jugar al ajedrez contra sí mismo y de ese modo perfeccionarse por sí solo y luego, jugar contra un ser humano y ganarle. Tengamos en cuenta, que la inteligencia artificial implica un sistema software combinado con un hardware que le permite a través de su dimensión física o digital ir dominando el entorno a través de la acumulación de datos, Big-data, razonando sobre este conocimiento con el fin de que el algoritmo logre procesar esta información y decidir cuál puede ser la mejor opción para alcanzar los objetivos que se proponga. En definitiva, el algoritmo, al igual que la mente de un ser humano, recopila información, analiza la información recopilada y razona con el fin de alcanzar el objetivo que se ha propuesto. 

En el marco de la inteligencia artificial los seres humanos hemos reproducido un avatar virtual que permite emular nuestros modos de pensar, reflexionar y tomas decisiones. Se le ha denominado machine learning por medio del cual el algoritmo realiza un aprendizaje automático basado en el uso de los datos que almacena. Si bien, por el momento, estamos ante lo que se ha dado en llamar “inteligencia artificial específica o débil”, es decir, que el sistema realiza tareas muy concretas y en un entorno predefinido, como, por ejemplo, un corrector automático de textos, movimientos sospechosos en las tarjetas bancarias, filtrado de supuestos spam, etc. Y, sin embargo, todavía, carecen de la capacidad de reaccionar ante imprevistos o adaptarse a los cambios dado que se mueven en un entorno acotado y codificado. En cambio, se está trabajando por alcanzar una “inteligencia artificial general o fuerte” que estaría relacionada con emular la capacidad de la inteligencia humana y, por tanto, hacer que la máquina tenga un conocimiento profundo de las causas de lo que está haciendo y pueda valorar criterios no solo utilitarios sino también éticos. Incluso, hay autores como Bostrom que hablan de la “super-inteligencia artificial” que plantean el desarrollo artificial de una inteligencia que supere el rendimiento cognitivo de cualquier ser humano (SuperIntelligence: paths, dangers, Strategies, Oxford University Press, 2014), si bien como apunta Del Jesús Díaz, se trata por el momento de ciencia ficción (Inteligencia artificial y datos para la sociedad, Universidad de Jaén, 2022).

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El dilema ético en torno a la inteligencia artificial

 

Conviene estar atentos en esta dicotomía entre mente humana y algoritmos, dado que como señala Dolores Fígares en el Editorial de la Revista Esfinge, “el peligro surge cuando valores como la autonomía, o la libertad de opinión y decisión se ven afectados, o disminuidos, por la omnipresencia de las programaciones y la cesión de nuestra voluntad a la llamada inteligencia artificial en asuntos fundamentales para la vida y la felicidad de los seres humanos. Sin olvidar la autonomía de la propia dinámica que alcanzan los algoritmos en sistemas complejos, con la posibilidad de actuar en contra de los humanos que los han programado y procesado”. Pues, como bien nos ha recordado el filósofo Jorge A. Livraga, tenemos que precavernos de “la rebelión de los artefactos” puesto que “el mal uso de los artefactos, la adoración de los mismos, su sobrevaloración y las deformaciones sociales que ello implica, así como verdaderas aberraciones en lo psicológico, es lo que se cristalizaría como una rebelión de los mismos, cuando en lugar de servir al hombre, se vuelven contra él y le desobedecen” (Biblioteca NA. Ciencia Humanismo). 

JUAN MANUEL DE FARAMIÑÁN GILBERT

Director de Universitas Estudios Generales

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